Juan ayer me preguntó a qué hora iba a publicar el post del día y le respondí que «no es una entrada diaria, es cuando tenga ganas». Hoy tengo ganas, pero no tengo realmente nada de qué escribir. Solo quiero desahogarme un poco.

Mi trabajo me tiene un poco molesto. He sido muy reticente de empezar a buscar otras opciones por los cambios que me implican. Cuando me mandan las pruebas técnicas, no las hago porque comienzo a pensar en tener que conocer nuevas personas, adaptarme a una nueva cultura laboral y otra vez acostumbrarme a los modos de otras personas. Pero por otro lado, me empiezo a sentir estancado e incómodo en mi puesto actual.

Ely, la tech lead de nuestro equipo, destacaba que tres personas hemos sacado el trabajo que antes hacían nueve, nuestras entregas garantizaron extender el contrato que acababa en junio y nos tienen la confianza para pedirnos hacer guardia en la próxima temporada alta. Pero por otro lado, la retroalimentación que hemos recibido es que el trabajo más reciente ha sido descuidado y que hemos complicado de más las cosas. Siento que están utilizando un par de descuidos recientes para desvalorizar el trabajo que llevamos haciendo desde hace año y medio, y así justificar el mantenernos en el mismo puesto con el mismo salario.

Sin embargo, no estoy en ánimos de buscar otro empleo ahorita. Prefiero enfocar mi energía en las tareas de la maestría. ¿Sabes? Siempre he sido muy malo haciendo tareas. Por lo general, me confiaba en que toda la evaluación se concentraría en un examen o en un trabajo final. Las tareas me parecían una pérdida de tiempo, cuando podía aprender más de otras maneras. No sé si mi estilo de aprendizaje ha cambiado, o el tipo de tareas que me han encargado si siento que me ayudan a aprender mejor.

Pero hoy no tenía ganas ni de hacer tareas. Para mi sorpresa, ponerme a escribir sobre mi disgusto me ha quitado gran parte de él.

Juan, Isabel y Heidi me han insistido en asistir a terapia. Yo era bastante reticente hasta hace algunas semanas. Estoy cansado de los especialistas de la salud mental. No siento que las drogas que me recetan ni sus métodos para que hable de mis problemas sirvan mejor que las drogas que yo mismo me receto y mis propios métodos para desahogarme. Pero encontré un centro de autismo que atiende a adultos. Ayer mandé los formularios que me pidieron para agendarme una cita. Ya te platicaré qué tanto vale la pena. ¿Qué busco con ello? Creo que solo quiero entenderme mejor. Poder reconocer mejor qué cosas realmente quiero hacer y qué cosas solo las hago por querer complacer a los demás, buscando que me perdonen por ser como soy.

El templo de las mil puertas

El tatuaje que tengo en el brazo derecho es el Auryn. Decidí que quería tatuármelo a los 18 años, pero no me hice el tatuaje sino hasta los 23 años. Me dije que si alguna vez me lo tatuaba, solo sería si me lo hacía un amigo, como una forma de llevar algo de él por siempre. Este amigo fue Giovanni, quien me llevaba más de diez años de diferencia y lo conocí en el colectivo Sin Rostro, de apoyo a la zona norte de Chiapas.

Quise tatuarme el Auryn tras releer La historia interminable después de un intento suicida frustrado. Mi novela favorita de Ende era Momo. Yo creo que no quería disfrutar La historia interminable porque me recordaba a mi padre. Él nos leyó los primeros capítulos de la historia en voz alta. Para cada personaje, se inventaba una voz y procuraba imitar los sonidos ambientales de la narración. Momo lo leí yo solo de principio a fin, todas las voces y los escenarios de la historia habían sido creados solo por mí.

¿Por qué releí La historia interminable si me recordaba tanto a mi padre? Ah, sí, porque había una chica que me gustaba que se llamaba Áurea Xaydé. Le pusieron ese nombre por el medallón de la emperatriz y la bruja Xayide. Ella dibujaba muy bien, leía mucho y le gustaba inventar historias, así que la adoré en secreto durante todos mis años en el CCH, (quizá algunos dirán que ni tan en secreto).

Al reverso del medallón de la emperatriz se lee «Haz lo que quieras». Bastián tiene una conversación bastante profunda con Graógraman, la muerte multicolor, sobre los deseos donde le explica el significado de esa frase. Hoy he vuelto a releer ese capítulo, como lo hago de vez en cuando me pregunto qué es lo que quiero. Siempre releo el capítulo desde la parte en que Graógraman empieza a explicar qué significa «Haz lo que quieras», pero esta vez fui más atrás y di con la parte del Templo de las Mil Puertas. Te la copio y pego.

Bastián quería quedarse para siempre con Graógraman, pero le responde que no puede.

-Aquí sólo hay vida y muerte, sólo Perelín y Goab, pero no hay historias. Y tú tienes que vivir tu propia historia. No debes quedarte aquí.

-Pero ¡si no puedo marcharme! -dijo Bastián-. El desierto es demasiado grande para que nadie pueda salir de él. Y tú no puedes llevarme, porque llevas el desierto contigo.

-Los caminos de Fantasía -dijo Graógraman-sólo puedes encontrarlos con tus deseos. Y sólo puedes ir de un deseo a otro. Lo que no deseas te resulta inalcanzable. Eso es lo que significan aquí las palabras «cerca» y «lejos». Y tampoco basta con querer marcharse de un lugar. Tienes que querer ir a otro. Tienes que dejarte llevar por tus deseos.

-Pero si yo no deseo marcharme… -respondió Bastián.

-Tendrás que encontrar tu próximo deseo -contestó Graógraman casi serio.

-Y si lo encuentro -preguntó Bastián-, ¿cómo podré marcharme de aquí?

-Escucha, señor -dijo en voz baja Graógraman-: hay en Fantasía un lugar que conduce a todas partes y al que puede llegarse desde todas. Ese lugar se llama el Templo de las Mil Puertas. Nadie lo ha visto nunca por fuera, porque no tiene exterior. Su interior, sin embargo, está formado por un laberinto de puertas. El que quiera conocerlo tiene que atreverse a entrar.

-¿Cómo es posible, si uno no puede acercarse por fuera?

-Cada puerta -prosiguió el león-, cada puerta de Fantasía entera, hasta una puerta completamente corriente de establo o de cocina, incluso la puerta de un armario, puede ser, en un momento determinado, la puerta de entrada al Templo de las Mil Puertas. Si el momento pasa, la puerta vuelve a ser lo que era. Por eso nadie puede entrar una segunda vez por la misma puerta. Y ninguna de las mil puertas conduce otra vez al lugar de donde se vino. No hay vuelta atrás.

-Pero, cuando se está dentro, ¿se puede salir otra vez a alguna parte?

-Sí -respondió el león-, pero no es tan fácil como en las casas corrientes. Porque a través del laberinto de las mil puertas sólo puede guiarte un deseo auténtico. Quien no lo tiene ha de vagar por el laberinto hasta que sabe lo que desea. Y a veces hace falta mucho tiempo para eso.

-¿Y cómo se puede encontrar la puerta de entrada?

-Hay que desearlo.

Bastián meditó largo tiempo, y dijo luego:

-Es extraño que no se pueda desear simplemente lo que se quiere. ¿De dónde vienen realmente los deseos? ¿Y qué es eso, un deseo?*

Creo que ahorita estoy atrapado en el Templo de las Mil Puertas. Debo descubrir un deseo auténtico en mí para poder abrir una nueva puerta.

Pero hoy solo me concentraré en terminar mi trabajo y en empezar mis tareas.

Te quiero.


Como nota final, menciono que hice algunos cambios en cómo se envían los correos. Tenía habilitado click tracking, lo que causa que los links sean sustituidos por el servicio de correo para poder contar cada vez que alguien hace click a un enlace. A mí no me interesa saber si le das click o no a los enlaces y sospecho que eso ha contribuido a que se identifique el boletín como correo comercial cuando llega a la bandeja de entrada. Probablemente no notes estos cambios, la única diferencia es que los enlaces aparecerán tal cual como los añadí.