El día amaneció con norte. Quería caminar más al rato en el boulevard, pero no creo que mejore mucho el tiempo durante el día. Aún así pensé, mientras comía el caldo de pescado que preparó mi abuela, que Veracruz era el mejor lugar para estar triste. Aquí todo es más soportable.

Cuando estudiaba la carrera, hubo una temporada en que ponía una y otra vez la canción de Son de Madera, Las olas del mar y me imaginaba que me sentaba sobre un rompeolas, como lo hacía de niño cuando me sentía triste y solo.

Tenía rato que no escuchaba la canción justo porque me evocaba demasiado a esos tiempos. Creo que voy a volver a escucharla en bucle, pero ahora sin extrañar al mar.

A parte de caldo de pescado, hoy comí ensalada de nopal y pera cocida. Me sentí muy afortunado y al mismo tiempo un poco culpable por recibir todo este cariño de mi abue. La temporada pasada en que me quedé en su casa, mi tía me agradecía por estar con ellas porque «mi mamá cocina más cosas ricas cuando tú estás».

El caldo de pescado de mi abue no es una comida que pueda encontrar en cualquier sitio. Lo prepara con las cabezas que le trae un señor que trabajó con mi tía Esperanza en una pescadería. Él se cambió de lugar de trabajo, pero mantuvo buena relación con mi abuela y le guarda las cabezas, así que suelen ser cabezas de diferentes especies de pescado.

Y no sé realmente qué puedo ofrecer a cambio. A diferencia de la vez pasada que me quedé con ellas, ellas ya no necesitan dinero, o al menos no tanto. Recibieron hace poco el dinero de una casa de la familia que se vendió en Coatzacoalcos. Pensé en los mensajes que suelen mandarme cuando no estoy en Veracruz y que yo nunca sé cómo responder, que suelen ser imágenes religiosas y videos de pláticas de sacerdotes. Me dije que al menos pude intentar contestarlos más seguido.

¿Por qué nunca he sabida comunicarme con la familia? Me acordé del chat entre Tere y su mamá, que era una sucesión de «buenos días» y Tere concluía que esa era la mejor manera que había encontrado de comunicarse con su madre. Cuando me lo mostró, yo me acordé que mi madre simplemente dejó de llamarme cuando recién me fui a vivir a Ciudad de México porque, al parecer, le parecía frustante, ya que a sus preguntas de «¿cómo estás?» y «¿qué has hecho?» yo solo respondía «bien» y «nada».

También me acordé del chat entre Amparo y Ulises, que solo son un montón de memes y videos de Instagram de un lado y el otro, lo que tanto a Amparo y a Ulises les satisfacía. Lo mostraban como un punto cúspide de la amistad. Yo una vez me enojé y bloqueé a mi madre de WhatsApp porque solo me mandaba memes. Me tardé en darme cuenta que estaba buscando una manera de poder mantener un contacto conmigo. Antes de volverme a ir de Veracruz, mi madre me confesó que una vez se dió cuenta, cuando era niño, que ya no podía seguirme la plática porque yo solo hablaba de cosas que ella no entendía.

La cuestión para mí en todo esto es responder la pregunta: ¿cómo muestro agradecimiento por ese cariño que recibo de parte de la familia, cuando no sé cómo expresarlo?

Al menos con mi tía y con mi abuela, la única manera que se me ocurre de corresponderles su cariño es acompañarlas a la iglesia.


Por cierto, agradezco mucho los mensajes que algunos me hacen llegar y que no siempre respondo, o no respondo rápido, o respondo de manera muy escueta. También he intentado aprender a cómo mantener el contacto con los amigos.

Algunos saben las múltiples veces que me he salido enojado (o no enojado, pero sí hastiado) de los grupos de chat . La verdad, la mayoría de las veces ni me acuerdo qué fue lo que me molestó, solo sé que hay algo en ellos que luego me cansa y me fastidia.

Pero me pongo a pensar que sería más práctico y eficiente solo compartir memes rándom como forma de mantener el contacto.