Voy en un péndulo entre ser dramático y fingir que nada me pasa. No sé cómo conciliar un punto medio. Tengo una vida cómoda. Los problemas me los he escogido yo. Al pensar en esto, siento que no tengo derecho de quejarme de nada. Cuando me detengo a observar los problemas que otras personas enfrentan, me reclamo de si quiera sentirme mal.

Hoy, por ejemplo, me reclamé desde la mañana por sentirme tan cansado. Mi abue solo me dijo, «viajar es cansado: preparar maletas, estar a tiempo, dormir en el camión…». Lo dijo con mucha naturalidad, como si señalara una obviedad. Y creo que es bastante obvio, pero no para mí.

Platicar ayer con Tere también me ayudó a ver otras obviedades. Me gustaría recordar mejor sus palabras, pero se resumía en que «somos humanos, no siempre vamos a poder hacer bien todo». Todos tenemos malas rachas, todos nos cansamos, todos nos irritamos, todos podemos perder el control, todos podemos llegar a ser malas personas y hacer daño a otros.

Aunque, ¿qué hago con esta información? No lo sé, pero debo encontrar una manera de darme un descanso real. Siento que no recuerdo cómo descansar.