A mi amigo Juan una vez le planteé que qué pasaría si supiéramos con precisión cuántas veces más nos veríamos con alguien. De entrada, sabríamos qué tan significativa sería esa persona para nosotros desde que la conocemos. Y quizá también actuaríamos diferente con ella si supiéramos que ya nos queda poco tiempo de su compañía.

La idea se me ocurrió porque supe cuándo sería la última vez que vería con vida a mi abuelo. No lo sabía con precisión, pero había una gran probabilidad de que mi visita en el hospital sería la última. Él estaba por someterse a un cateterismo, que es una operación de alto riesgo en personas mayores de 70 años. Él ya tenía 83. Como no podía recibir muchas visitas, solo nos permitieron pasar a quienes habíamos venido desde México. Lo abracé fuerte y le dije «Te quiero mucho, abuelo» y él me respondió, al estilo de Han Solo, «yo sé que me quieres».

Juan me pidió desarrollar la idea. ¿De qué manera alguien sabría cuántas veces más vería a otra persona? Se me ocurrió que con unos números en la cabeza. ¿Las decisiones que se toman pueden cambiar el valor de esos números? Esta última es una pregunta fundamental, porque nos plantea la cuestión de si vivimos en un universo determinista o no; si nuestras decisiones tienen realmente un peso en los resultados que obtenemos a diario o si siempre nos dirigimos hacia un fatídico destino en contra de nuestra voluntad.

En el aeropuerto de Incheon, recordé esa conversación con Juan cuando me despedía de Yearin. Teníamos planeado encontrarnos otra vez en Julio. ¿Era tan seguro que nos volveríamos a ver? Al despedirme de ella intenté abrazarla lo más fuerte que pude y me esforcé por recordar cada detalle de ese momento, porque no sabías realmente lo que podía pasar después. Al mes, la OMS declaró la pandemia y los planes de julio se diluyeron. Pospusimos nuestro reencuentro para el siguiente año, lo que ya nunca sucedió.

Los reencuentros no están asegurados hasta que suceden. Por ello es importante tratar que cada despedida lleve una esencia dulce y alegre e ir acompañada con un «te quiero».

Agradezco cada reencuentro contigo y espero que, más pronto que tarde, nos volvamos a ver.