De niño fantaseaba con tener un cuarto de la destrucción, en en donde pudiera aventar y destruir todas las cosas que quisiera sin consecuencia. Me lo imaginaba todo acolchado para que también pudiera aventarme contra las paredes y el suelo sin lastimarme.

A veces quería destruir todo a mi alrededor. A veces quería golpearme con fuerza. Y a veces hacía todo eso. No era tanto un deseo para cumplir un objetivo. Se sentía más como una necesidad, como se sienten las ganas de ir al baño, pero en lugar de pis, sacar bilis. Entraba en un modo berseker hasta que me cansaba de gritar y patalear.

Para los adultos, mi comportamiento se debía a que era un malcriado que sobrerreaccionaba demasiado; un niño de papás divorciados que recibía poca atención y pocas nalgadas en casa. Pero no lo hacía a propósito. En algún punto me daba nervios estar con grupo nuevo de personas y que descubrieran que «soy así»

En el CCH, la canción de Joy Division “She lost control” se volvió de mis favoritas. Me sentía identificado con esa sensación de “perder el control”, aunque Curtis hace referencia a una crisis epiléptica. Me es más fácil ahora entender ese comportamiento al enmarcarlo como crisis autista, en específico, un meltdown.

Hace una semana aventé mi celular. Arruiné la pantalla. También destruí una silla. Me sentí otra vez con ocho años. Tenía mucho tiempo que no reaccionaba así, aunque no fue como antes. No fue una rabieta en la que lloraba horas, solo fueron tres movimientos iracundos y un mensaje lleno de odio hacia mi madre.

Apenas ayer acepté que debo pedir disculpas, sobre todo por mis palabras. Tardaré un rato en pensar cómo ofrecerlas. No puedo vivir aguantándome todo y luego esperar que la gente me comprenda.

Pedí días libres en el trabajo. Dije que tenía una emergencia y es verdad. No expliqué que tipo de emergencia era. Me recordé que es por esto que casi no pido vacaciones ni días por enfermedad. Prefiero guardarlos para cuando sienta que falta poco para que pierda el control por completo. Pero ya no me acordaba que estas cosas me pasan, que me puedo sentir de esta manera, que puedo tener estos pensamientos. Pensé que yo ya no era esa persona. No quiero ser esa persona.

Sin embargo, por un momento se sintió bien dejar que mi cuerpo se llenara de odio y enojo. Necesito encontrar un sitio dónde pueda volver a practicar boxeo.


La semana pasada Marissa se despidió del equipo de trabajo. Al parecer, recibió una atractiva oferta en una startup. Marissa era compañera de lado del cliente, y era una de las personas con quienes más me gustaba trabajar. Fue muy cándida al despedirse de mí.

JP, I want to tell you that you are genuinely talented and consistently amazing me. The world falls short that there aren’t more people like you.

Anoto sus palabras para recordarme quién es la persona quien realmente quiero ser. Y es alguien quien he sido y quien puedo ser siguiendo.